En el 2007 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 2 de abril como el Día Mundial del Autismo, para instar a los gobiernos y otras organizaciones a tomar medidas sobre la concientización de dicho diagnóstico. Pero la comunidad del trastorno del espectro autista (TEA) instauró abril como el mes para dar a conocer la realidad que viven estas personas: la falta de oportunidades, de inclusión de derechos humanos, y hasta de aceptación por parte de la sociedad. Es un mes donde el objetivo es que más personas se eduquen, entiendan y conozcan de cerca los retos y las oportunidades de la comunidad autista.
Se calcula que uno de cada 160 niños tiene un trastorno del espectro autista (TEA) y según el CDC (Centers for Disease Control and Prevention) la cifra en estados Unidos es de uno de cada 54 personas. Y si bien, estas personas pueden aspirar en su mayoría a vivir de manera independiente y autónoma, siguen siendo muy bajas las probabilidades de que lo logren. La falta de un diagnóstico y tratamiento temprano no favorecen el desarrollo de las capacidades de comunicación y comportamiento social de estos niños. El Sur de la Florida no es la excepción, el apoyo del sector público y privado es escaso, faltan profesionales capacitados y comprometidos con el desarrollo de los niños en las escuelas y hay una gran necesidad de crear colegios vocacionales para que estos niños se sigan capacitando y desarrollando una vez terminan sus estudios secundarios.
Dar a conocer el trastorno del espectro autista (TEA) es una magnifica iniciativa, pero es imperativo que pasemos a la acción, a la inclusión. La comunidad merece respeto, aceptación y oportunidades concretas para ofrecerle a sus niños y jóvenes una vida digna, independiente y satisfactoria. Un buen punto de inicio es entender que la neurodiversidad no es una incapacidad, es una conformación cerebral distinta y como tal requiere de un entorno óptimo para su desarrollo y éxito. No hablamos de mejor o peor, hablamos de necesidades diferentes que deben ser entendidas, aceptadas y manejadas tanto en el sistema educativo, como en el núcleo familiar y la sociedad en general.
Cuando dejamos de hablar de incapacidades y empezamos a hablar de capacidades entendemos que todos las tenemos en diferentes medidas y diversas áreas. El problema empieza cuando solo somos capaces de desarrollar, fomentar e incluso aceptar, una forma que creemos es la única y la correcta de procesar la información y entregar resultados. Las circunstancias empeoran cuando esperamos que en un salón de clases todos los niños aprendan y se comporten de la misma manera, cuando el profesor carece de herramientas para inspirar, motivar y manejar a sus estudiantes, sin caer en la frustración y hasta el maltrato. Tener profesores capacitados en neurodiversidad y técnicas de manejo de comportamiento en las escuelas en un buen inicio, pero se necesita también un acompañamiento integral para el niño y su familia que garanticen que todo su entorno entienda su forma de aprender y de percibir el ambiente.
La inclusión de la que tanto se habla y se necesita, va mas allá de un porcentaje en las escuelas y las empresas, la verdadera inclusión entiende que es necesario tener nuevas políticas, nuevos programas, nuevos sistemas, nuevas conversaciones y más educación al interior de estas organizaciones. Se necesita, en general, un ambiente propicio para que estas personas puedan desarrollar sus habilidades, talentos y cumplir con los objetivos, sin sentirse diferentes.
La igualdad, la inclusión y la diversidad siguen siendo una utopía en la sociedad de hoy y en el Sur de la Florida, pero es tomando acción que podemos construir una comunidad donde todos nuestros niños tienen el apoyo y el acompañamiento que requieren para desarrollar sus habilidades y capacidades y ponerlas al servicio de la sociedad. Cuando aceptamos la neurodiversidad, la entendemos y la reconocemos nos encontramos con niños que logran tener una vida social y académica exitosa, que sus capacidades son reconocidas y aprovechadas para el bien de la sociedad y que además logran construir y gozar de una vida independiente y autónoma.
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María Alejandra Mejía tiene una Licenciatura en Educación de Estudiantes Excepcionales de la Universidad Nova (ESE), una Maestría en Análisis de Conducta Aplicado (ABA) de la Universidad de Ball State y otra Maestría en Trastornos del Espectro Autista (TEA) de la Universidad de Módena y Reggio Emilia. También es fundadora y directora de Early Intervention Behavioral Services (EIBS), un programa de educación basado en el Análisis de Conducta Aplicado (ABA) para capacitar y fomentar el desarrollo de los niños y jóvenes del Sur de la Florida.